lunes, 19 de septiembre de 2016

LA HISTORIA DE LUCY

LUCY, UNA HISTORIA PARA CONTAR
Dicen los hombres sabios que hace muchos, muchísimos años, los hombres y mujeres que habitaban la Tierra se parecían a los monos. Igual que los monos actuales, vivían en los árboles. Allí tenían casa, comida y se defendían de los animales salvajes. Su enorme árbol era el refugio seguro donde se defendían de otra de las cosas que les daba mucho miedo: la oscuridad de la noche. 

Como no conocían la electricidad no se podían alumbrar y, todas las tardes, cuando el sol empezaba a ponerse, recogían a los más pequeños y subían rápidamente al árbol para esperar que el nuevo día les trajera otra vez la luz del sol. Estos primeros hombres mono se alegraban al despertar y saludaban con gritos y saltos la luz del nuevo día.                                     

Y un nuevo día empezaba con las rutinas de siempre: el saludo al sol, la recogida de frutos y huevos de los nidos, bebían agua y se lavaban. Nuestra amiga Lucy era la encargada de acompañar a su padre a recoger agua al río cuando el agua de la lluvia se agotaba en los grandes agujeros del tronco del viejo árbol. 

_¿Por qué estás tan serio, papá?_dice Luci. _Pronto se acabará el agua y habrá que ir al río. Y ya sabes que allí los cocodrilos nos pueden atacar. Luci se dio cuenta de que las nubes iban poco a poco tapando el sol... 
_¡Mira, papá! ¡Esta vez no tendremos que ir al río! ¡Vamos a preparar las hojas y los huecos para recoger el agua! 

Una mañana, al ir a buscar fruta para comer, la familia de Lucy descubrió que se había acabado. Eso suponía que tendrían que apartarse del árbol para buscar los frutos maduros que caían o lanzaban para espantar a las fieras nocturnas y rodaban por los suelos; también los que abandonaban los pájaros un poco más lejos del árbol después de picarlos un ligeramente.    


Pero esta es otra historia...





NACE LA CAZA

A partir de ese día, comenzó una nueva rutina: la de subir al árbol grandes piedras que servirían para defenderse por la noche. Y otra más: despellejar a los animales para poder así comer su carne. La leona encontrada el día anterior fue colgada en un palo y la llevaron a su árbol casa donde todos se dieron un gran festín. 
Después de dormir y descansar, el padre de Luci dijo: 
_Como sabemos que hay fruta en los árboles de la montaña y además hemos aprendido a cazar para comer, no es necesario que nos quedemos en este árbol. Iremos a las montañas y buscaremos un nuevo árbol donde vivir y cazar. Ya no pasaremos hambre... 

                   Y se pusieron en marcha enbusca de  su nueva casa... 




Dicen los hombres sabios que hace muchos, muchísimos años, los hombres y mujeres que habitaban la Tierra se parecían a los monos. Igual que los monos actuales, vivían en los árboles. Allí tenían casa, comida y se defendían de los animales salvajes. Su enorme árbol era el refugio seguro donde se defendían de otra de las cosas que les daba mucho miedo: la oscuridad de la noche. Como no conocían la electricidad, no se podían alumbrar y todas las tardes, cuando el sol empezaba a ponerse, recogían a los más pequeños y subían rápidamente al árbol para esperar que el nuevo día les trajera otra vez la luz del sol. Estos primeros hombres mono se alegraban al despertar y saludaban con gritos y saltos la luz del nuevo día. Y un nuevo día empezaba con las rutinas de siempre: el saludo al sol, la recogida de frutos, bebían agua y se lavaban. Nuestra amiga Luci era la encargada de acompañar a su padre a recoger agua al río cuando el agua de la lluvia se agotaba en los grandes agujeros del tronco del viejo árbol. _¿Por qué estás tan serio, papá?_dice Luci. _Pronto se acabará el agua y habrá que ir al río. Y ya sabes que allí los cocodrilos nos pueden atacar. Luci se dio cuenta de que las nubes iban poco a poco tapando el sol... _¡Mira, papá! ¡Esta vez no tendremos que ir al río! ¡Vamos a preparar las hojas y los huecos para recoger el agua! Una mañana, al ir a buscar fruta para comer, la familia de Luci descubrió que se había acabado. Eso suponía que había que apartarse del árbol para buscar los frutos maduros que caían y rodaban por los suelos y los que abandonaban los pájaros un poco más lejos del árbol después de picarlos un ligeramente. Pero esta es otra historia...

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